Denken danken (M. HEIDEGGER)
Pensar es agradecer -denken danken…, dijo el filósofo Heidegger-.
Sentir en nuestro fuero íntimo, al tiempo que reflexionamos, un reconocimiento comprensivo del mundo y de lo que debemos a los otros para esta comprensión. Este reconocimiento suele venir con los años, después que la vida nos ha traído las experiencias oportunas en las que viendo lo ya vivido, en ello nos volvemos a ver a nosotros mismos con nuestros errores y aciertos; y en nuestros aciertos, comprendemos cuánto debemos a los demás. Pensamos y al pensar agradecemos, pues pensamos alzados sobre hombros de gigantes.
Si pensamos, tenemos por fuerza que estar agradecidos, pues nada de cuanto tenemos de esencial nos pertenece, empezando por la vida. ¿Y cómo podríamos pensar si no estuviéramos vivos? La verdad es que yo no estoy en condiciones de decir a qué tenemos que estar agradecidos; sobre esto hay creencias y opiniones muy diversas y controvertidas, según la lectura que cada cual hace del mundo y su lugar en él. Pero reconozco que algunas de estas lecturas hacen muy difícil el sentimiento de agradecimiento. Si yo pensara, por ejemplo, que el mundo, del que yo mismo formo parte, es el producto de una azarosa combinación de átomos sin ningún sentido, me resultaría muy difícil -no digo que sea imposible- que naciera dentro de mi un sentimiento de agradecimiento.
Cuando ejercía de profesor, al comienzo de cada curso intentaba siempre hacerles ver a los alumnos que nada de cuánto tenían -el cobijo, la manutención, la ropa de marca, los múltiples avíos, herramientas y entretenimientos que colman sus mochilas, la silla y la mesa del aula donde se sentaban...- les pertenecía; sólo el tiempo indeterminado de su vida, también prestado, por cierto. “Lo único que tenéis es tiempo”, les decía, “y es responsabilidad vuestra el uso de este tiempo prestado en que estáis aquí, liberados de trabajar para poder aprender, pagado por toda la sociedad para que os forméis”.
Confieso que de poco sirven, es verdad, estos sermones, pues pensar y ser agradecido no son cosas que se aprenden con discursos y dudo que se puedan aprender de ninguna manera en las aulas que tenemos, donde se reparte a troche y moche una información sin sentido, mal usada y aprendida, en vez de prepararlas para acoger en ellas el desarrollo de lo humano, que debería ser la principal tarea de las escuelas, los institutos y las universidades. A esto se une la mentalidad compartida de una sociedad basada en derechos sin contraprestación de deberes. Y esto, como ya estamos viendo, no funciona. Mucho menos en educación, donde el derecho sólo se consuma efectivamente en el cumplimiento del deber.
Lo dijo otro filósofo, Gadamer: “la educación es educarse”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario