5/3/14

XXVI.- CRISIS DE LA EDUCACIÓN (1)


Si no existiera la crisis habría que provocarla. Para evitar la catástrofe. 
(ANTONIO RODRÍGUEZ DE LAS HERAS) 

También la educación está en crisis y es parte esencial de la crisis general. Se manifiesta no sólo en la institución escolar, sino en todos los lugares de acogida en los que se realiza la entrega y recepción de nuestra herencia cultural. Los síntomas vienen asomando la cabeza desde hace ya bastante tiempo, aunque antes nos hayan pasado desapercibidos o no hayamos querido verlos hasta que nos han rascado el bolsillo. Hemos dilapidado alegremente la herencia de nuestros abuelos sin echar cuentas de la herencia que dejaremos a nuestros nietos. No se trata de la crisis de este o aquel aspecto que han ido surgiendo y se han ido diagnosticando y tratando, como suele hacerse, de manera parcial y puntual. Se trata de una crisis total, que no afecta sólo, como digo, a la institución escolar, sino a todo el paisaje cultural donde la institución nació, creció y se ha desarrollado. Afecta directamente a sus protagonistas principales - profesores y padres, niños y jóvenes, ciudadanos en general- y de manera indirecta, pero no por ello menos determinante, a la religión, la política, la economía, los medios de comunicación y el ecosistema artificial que los avances tecnológicos han configurado en las últimas décadas.  Afecta, en definitiva, a la raíz de lo humano, a una idea del hombre y al sentido de su vivir en el mundo. 

El análisis de la crisis de la educación se centra en la mayor parte de los debates en la Escuela como institución de enseñanza, en todos sus niveles y formas, porque en la mentalidad general existe hoy la idea errónea de que la educación es algo que se realiza de forma casi exclusiva en esta institución. Los problemas sociales se han multiplicado al tiempo que la “tribu” ha ido dejando de lado su responsabilidad pedagógica y la ha ido entregando a la gestión política de los despachos, que dirigen y organizan la enseñanza mediante “expertos” y “gestores” que dicen lo que hay que hacer sin que ellos sepan en realidad ni cómo debe hacerse ni siquiera qué ni para qué. 

Bajo el pretexto de que detrás de cualquier problema social –desigualdad, inadaptación, delincuencia, anomia, incompetencia, irresponsabilidad…- hay siempre una insuficiencia de educación, todos los problemas sociales se echan sobre las espaldas de las escuelas, sin que su estructura secular haya cambiado sustancialmente. Las escuelas se han convertido así en un auténtico vertedero de problemas que las demás instituciones intentan quitarse de encima. Se exige al profesor que haga de psicólogo, de terapeuta, de reformador político, de sociólogo, de consejero sexual, de padre y de madre y hasta de cura, religioso o laico, impidiéndole que haga bien el trabajo que realmente le corresponde. 


La escuela se ha politizado en exceso por la lógica también del funcionamiento actual de los partidos políticos, convertidos en empresas de marketing para ganar elecciones y en base a su concepto patrimonial de la administración del Estado, al servicio del partido ganador. Mientras, los fracasos continuos de las políticas educativas se van sucediendo en galopante inflación legislativa y programática.  La consecuencia es esta progresiva esclerosis legislativa y ocupación burocrática que amenaza con paralizar la institución escolar al tiempo que se paraliza también de forma irresponsable y suicida la acción pedagógica colectiva de la tribu.

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