8/1/14

V HOME SAPIENS



Uno de los regalos que me han traído los Reyes Magos es el libro Home sapiens. Guía para jóvenes emancipados, escrito y publicado por una pareja de jóvenes amigos míos, Alicia Aradilla y Sergio Alonso. El libro es el resultado del trabajo perseverante de estos jóvenes a partir de una web, http://homesapiens.es/, que han mantenido día a día durante más de un año seguido. La iniciativa me parece que se merece un comentario. 
Ya el mismo título -homo (latín, hombre) vs home (inglés, casa, hogar) sapiens- está lleno de sugerencias. Mejor “home” que “homo”, pues el hombre siempre nace y vive en un espacio compartido. Un espacio que no es un simple entorno -un “nicho ecológico”-, sino un lugar de acogida, un mundo apalabrado y empalabrado, un nido, una morada. ¿No apunta este juego de palabras del título a una necesaria reinterpretación y actualización de nuestra tradición y el papel esencial que ha tenido en ella y en toda civilización el hogar familiar? Una tradición que, a pesar de lo mal que nosotros mismos la tratamos, todavía no ha muerto para que sea momificada por los tradicionalistas ni enterrada por los antitradicionalistas, sino que, muy al contrario, se hace necesario revitalizarla antes de que sea demasiado tarde y las luchas fratricidas entre la fe y la razón acabe con ambas. 
Homesapiens, casa inteligente: por aquí hay que empezar de nuevo, por nuestra morada familiar como último reducto de conexión entre lo cultural y lo instintivo, entre lo social y lo personal, lo público y lo privado. Se trata de la evolución del ser humano más allá de lo puramente biológico y más allá también de las pautas sociales impuestas por el poder –político, económico y mediático- y las costumbres consecuentes.  Se trata de la respuesta que damos a nuestras necesidades humanas primordiales –comer y beber, cobijo y vestimenta, aprendizajes básicos, cuidados, valores, sentido del mundo y nuestro papel en él-, que exigen “lugares de acogida” en donde, sobre la memoria de los muertos y la experiencia de los mayores, los vivos y los jóvenes deben ejercer su responsabilidad y su creatividad para recibir a los congéneres del presente y del futuro. Se trata de organizar la resistencia frente a esa jaculatoria hoy tan extendida de “el que venga detrás, que plante olivos”. ¿Dónde están hoy las agallas para plantar olivos y la paciencia solidaria para renunciar a la cosecha en favor de otros?
Home sapiens es una invitación a la emancipación de los jóvenes –y los no tan jóvenes-. Una emancipación que a mí me parece va más allá del simple abandono de la tutela y dependencia de los padres poniendo y haciendo casa propia. Una casa que quiere ser también una muestra de esa herencia primordial en la que cada generación ha de realizar la reconstrucción germinal y permanente de un mundo nuevo, utópico si se quiere decir así, en la configuración de espacios en donde el ser humano se humanice cooperativamente de manera libre y responsable, más allá de las relaciones naturales de emparejamiento y filiación, de modo fraternal. 
Lo que me llama especialmente la atención de la propuesta de estos jóvenes es su carácter constructivo –lleno de sentido del humor, verdaderamente humano- en el momento histórico en que vivimos, preocupados, nerviosos, desmoralizados por el paro, las decisiones de los gobernantes y la protesta airada en la calle de gente que reclama y defiende, confusamente mezclados, derechos de todos los ciudadanos e intereses partidistas o corporativos, que ha degenerado en mareas sucesivas de todos los colores –rojas, verdes, blancas, negras…- que gritan “¡y de lo mío, qué”!  Así hemos ido pasando todos de “buscar una humanidad sin clases a clases sin humanidad”, como dijera proféticamente Carlos Díaz hace ya treinta años .
La mayoría asistimos desde casa, en silencio incómodo, entre estupefactos y aturdidos, tensos y paralizados a un tiempo, al espectáculo servido por los medios, que arriman más leña al fuego y agitan y remueven peligrosamente la olla hirviendo.  Los medios o no saben, o no pueden, o no quieren hacer otra cosa que dar las malas noticias diarias de unos y de otros, contribuyendo así a la destrucción y desmoralización general. Si fuera cierto que la realidad de nuestro vivir cotidiano fuera la que machaconamente dicen las noticias y las declaraciones, nuestra convivencia civil ya hubiera saltado por los aires. No ha ocurrido así todavía porque la mayoría de la gente tiene más sentido común y es más solidaria que aquellos –menos, pero más ruidosos-, que dicen, con más o menos votos, representarnos a todos –el pueblo, Cataluña, los trabajadores, la democracia…- y de quienes dicen informarnos de todo lo que las agencias de noticia dicen que hay que informar. No ha ocurrido en parte gracias al reducto de las familias. 
Alguien dirá que en la propuesta de homesapiens subyace una huida de nuestros compromisos sociales. No lo creo así. La Máquina, con sus aplastantes ruedas del poder político, económico y mediático, dejará de funcionar como tal y de ejercer su imperio sobre las personas cuando éstas le retiren su aquiescencia y su energía vital, como les pasaba a las máquinas invasoras de “La guerra de los mundos” de Wells.  Las llamadas “luchas sociales” son, de algún modo, formas de expresión de la propia Máquina, del sistema, que necesita la agitación y la confrontación para sentirse vivo y legitimarse. Estas luchas están ahora mostrando su verdadero rostro, a un tiempo egotista, destructivo, infantil e irresponsable, en la que confluyen las promesas incumplidas de quienes gobiernan y el cinismo de quienes aspiran a gobernar confusamente revueltas con justas reivindicaciones. 
Me consta que estos jóvenes que me tomo la libertad de poner de ejemplo, como otros muchos, quizá los más inteligentes y mejor preparados, saben todo esto que digo con menos retórica y más certeza que nosotros, burgueses con mala conciencia de serlo, de la misma manera que saben manejarse en el nuevo mundo de la tecnología digital con la naturalidad propia de un nativo; y por eso, algunos empiezan a poner manos a la obra desde una actitud y una mentalidad muy distinta a la de nuestra generación. Se trata de una revolución que no ofrece titulares para la noticia; es invisible, silenciosa, ética y estética, cuyos frutos empezarán a percibir quizá nuestros nietos o biznietos. Se trata de una actitud menos reivindicativa y más escéptica en lo social y político, pero tal vez más positiva y constructiva en lo comunitario.  De ahí que esta propuesta empiece por abajo, por la reconstrucción de los lugares de acogida, homesapiens, un hogar inteligente y compartido, una morada de sabiduría, de amor y de fraternidad humanas. 


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