4.- LA CAJA NEGRA Y SU GRAMÁTICA
“Una gramática es la organización articulada de nuestras percepciones, nuestra manera de pensar, nuestras experiencias, de nuestra consciencia y sus formas de comunicarse consigo misma y con los otros” (GEORGE STEINER)
Imaginemos al extraño observador descrito más arriba mirando desde fuera una escuela normal y corriente —aquí no contamos con las estadísticas; para muestra, un botón basta—. A primera vista, verá un recinto rodeado por una verja, un edificio rectangular más al interior y allí dentro una serie de habitáculos que todavía no verá. Le parecerá este edificio una especie de castillo rodeado por el típico foso, llamado por algunos pedagogos modernos espacio reservado para el segmento de ocio, y que el vulgo conoce como el patio de recreo. Además de este foso, el edificio tiene otros muros y defensas, como castillo que es, sus celdas y sus torreones, sus aposentos para el señor del castillo y los nobles que le sirven, su sala para las asambleas, las dependencias donde se guardan los legajos y las armas, las aulas, que ahora se van llenando de ordenadores, de pizarras digitales, de los smarphones que llevan ya los muchachos —cada vez con menos edad— en sus mochilas, de peso aparentemente cada vez más liviano por fuera y más peligroso por dentro… Cajas Negras dentro de Cajas Negras, como si toda la Escuela fuera como esas muñecas rusas que, todas iguales, se contienen unas dentro de las otras. Nuestro extraño observador, como cualquiera que mire la escuela por fuera, verá lo que entra y sale de la caja del edificio escolar, pero no sabe nada de la mecánica que pone en marcha la institución escolar ni del trajín interno que justifica su existencia.
Nuestro extraño observador tendrá que ir penetrando poco a poco en la Caja Negra y al tiempo que vaya deshojando las sucesivas capas que constituyen su envoltorio de envoltorios, rebuscar en su oscuro misterio interior su lógica de funcionamiento, es decir, la lógica su gramática. Y adelantamos ya lo siguiente: que cada vez que quite una capa, se encontrará indefectiblemente con otra capa igual de la misma cebolla, del mismo modelo, con entradas y salidas y un proceso oculto, invisible, que suponemos hay allí en el fondo de la caja. Y que por mucho que la tarea de destapar capas de cebollas lo haga llorar enternecido, no verá nada debajo de las capas que conforman este particular bulbo que no sean capas y capas hasta dejarlo pelado. Es decir, cada vez que destape o desarme una Caja Negra, aparecerá, como veremos, otra Caja Negra que sustenta a la que ha sido destapada.
La última capa que debería ser destapada y que es en realidad la primera que da sostén a toda la organización de la Caja Negra es la de los muchachos y muchachas que este extraño observador ve entrar y salir por la verja del edificio. Se da por sentado que todo cuanto se programa para ser enseñado, las entradas, penetrará sin más en las cabezas de todos los aprendices, pues así ha sido estipulado según la ley que reconoce ese derecho. Pero penetre o no en sus cabezas —que está por ver—, el problema es saber qué hace cada muchacho o muchacha con aquello que les inyectamos y que continuamente se le pide que expulsen fuera para ser comprobado, mediante exámenes, exámenes y exámenes.
Adelantemos también esta constatación: la poca coincidencia que suele haber entre las entradas y las salidas; y aún si las hay, tampoco esto nos dirá nada sobre el trajín interior a que ha sido sometida la enseñanza recibida e cada alumno. Y esto es justamente lo que se nos escapa en el fondo de la Caja Negra y justamente lo que debería justificar en última instancia la existencia de esta institución, la Escuela, a saber: que los aprendices hacen algo con aquellas informaciones que reciben y la convierten en carne de su carne y sangre de su sangre, es decir, se educan, se forman, adquieren una forma, de manera que cuando salgan por la verja del castillo después de tantas y tantas idas y venidas con un título debajo del brazo sean mejores personas, en toda la extensión de las palabras, que eran cuando entraron por vez primera en el edificio.
Esta es, en apretada síntesis, la tesis que vamos a mantener en estas reflexiones sobre la Escuela. Debajo de cada capa de la estructura del modelo educativo que tenemos, no hay sino otra capa formalmente estructurada, de manera que nuestro observador no encontrará nada sustancial que contengan las capas de la cebolla, sino siempre cebolla y nada más que cebolla, tarea que hará llorar sus ojos, extrañados de ver lo que ven, es decir, lo que no ven; que nuestro imaginario y extraño observador, después de esta su primera visita y todas las demás tratando de entender el funcionamiento de esta Caja Negra, luego “fuese y no hubo nada”, como dijo el clásico.